(…) menear la cola para inspirar una mínima simpatía o el estallar algunos cuantos ladridos de protesta callados de inmediato por algún gorila que a fuerza y pánico metía en mi hocico una bola de papel y lumbre. Era la patada o el “qzzzi, qzzzi, pobrecito”. Era un modo de ser callejeramente perruno (29).
Fernández, Adela. Híbrido. México: Laberinto ediciones, 2011.